Puse algo de música tranquila como para poder tranquilizarme, algo de Mozart, Beethoven o Bach, pero no obtuve resultado alguno porque mis ojos seguían cada vez más abiertos. Miraba a la pared para despejarme un poco, pero solo veía el póster de un tal Alex Kapranos y otro, llamado Gustavo Cerati, sonriéndome mientras sostenían sus guitarras.
Giré mi cuerpo hacia el otro lado, pero solo estaba la puerta abierta que conducía al lavadero, tranquilo e insonoro de aquellas horas de madrugada, y no había caso, y algo tenía que hacer para sacarme ese peso de encima. Solo mi reflejo humano descansaba en paz, mientras yo estaba despierto como una lechuza que caza por las noche a sus presas y yo debía cazar algunas respuestas.
Sin querer molestar al mortal que descansaba en paz, logré separarme de él, me incorporé en la cama, mientras me secaba el sudor de mi frente. Quería sacarme esta incomodidad de encima, que me carcomía la cabeza y no me dejaba dormir y solo había una manera: Interrogando, indagando, buscando alguna verdad...
Al estar listo, me paré en medio de la habitación. El ambiente desprendía un silencio de terror y una oscuridad que solo era interrumpida por las luces guardianas del patio, mientras solo el sonido del viento por la ventana susurraba algo.
Cerré los ojos y me puse a concentrarme para poner la mente en blanco. Las imágenes que se dibujaban en mi retina y los sonidos del aire en movimiento que entraban por mis oídos fueron desapareciendo de a poco y de pronto todo aquel mundo interior de recuerdos, pensamientos, palabras y ruidos se transformaron en un salón amplio de color blanco, sin nada ni sonidos ni escenas: solo quedaba yo en medio de la nada, mientras aquella escalofriante casa de madrugada había completamente desaparecido
Al estar listo y con la mente dispuesta, dibujé el destino al cuál debía ir. Aquel lugar que encierra uno de los grandes misterios del mundo, y al cuál van todos a la hora de su partida. Ese lugar que guarda el camino para ir hasta la verdad que se devela al final: Epiro, donde se encuentra el Río Aqueronte.
Escribí el nombre en mi memoria y dando un suspiro y un paso adelante, poco a poco fui sintiendo la piel y los habituales sonidos de la naturaleza viva.
Abrí los ojos para encontrarme con un lugar totalmente cubierto de pasto y rocío, los árboles se movían al compás del viento, los grillos daban un espectáculo sonoro de un canto y armonía totalmente perfectos y a lo lejos el ruido del agua corriendo, como si se tratara de un llamado, mientras las estrellas y la luna llena hacían de faros y compañía ideales. La noche vivía, cantaba y bailaba en una escena donde solo estaba yo presente.
Decidí entonces caminar entre arbustos y pastos para llegar al río, guiándome solo por su sonido y la luz de la bella luna que acompañaba mis pasos.
Al llegar, el agua transparente fluía con total normalidad y serenidad jamás vistos, como si esperara tranquila que sucediese algo. Solo una hoja en medio del río flotaba hacia adelante, mientras un susurro me decía al oído:
-Sigue la hoja y me encontrarás...-. Aquella voz tranquila, pero tenebrosa daba una orden que no podía evadir y me dispuse a seguirla.
Paso a paso, mientras la hoja dibujaba piruetas sobre el agua, en el cielo las estrellas poco a poco eran menos hasta tal punto que parecían que iban a desaparecer. Era como si se escondieran o apartaran de algo o alguien, como si escaparan a su final. Pero no solo las estrellas parecían alejarse: la luna también estaba en modo esquiva y la fauna completa también. La luz lunar fue cediendo y el camino se hacía más oscuro, mientras solo el agua seguía su flujo sin que nada la detuviera, con la hoja a cuestas.
Siguiendo a la hoja, sumergido en mi propio mundo y en un abrir y cerrar de ojos, llegué hasta una cueva desierta donde el agua entraba y seguía su rumbo. La entrada era semicircular y lo bastante grande como para que entrara un camión entero, el pasto y los árboles habían desaparecido y siendo reemplazados por una arena fría y espesa, la luna y las estrellas habían desaparecido por completo dando lugar a un cielo totalmente negro: solo el agua parecía no haber cambiado.
Miré la hoja para seguir su recorrido, pero no: La misma hoja que me guió hasta este lugar, se estaba incinerando en medio del río hasta ser cenizas al entrar a la caverna, mientras la misma voz tranquila y tenebrosa me dictaba:
-Deja tus miedos en la arena, tira tus sueños al río y decide entrar por inconsciencia propia...-. Dicho esto alargue mi mano hacia la entrada para ver si me quemaba al igual que esa inocente hoja: No, ni una quemadura.
Entonces puse el pie derecho en la oscuridad de la cueva y decidí entrar, con el Río Aqueronte a mi lado y sin mas guía que mi propio instinto.
(Alejandro Caminos, 2010)
Deja tus miedos en la arena
tira tus sueños al río
y decide entrar por inconsciencia propia
Sin Alas
1 comentario:
ES MUUUUUUUUUY BUENO LA VERDA IMPRESIONANTE LO MEJOR D VOS QUE LEI HASTA AHORA TIRO TODO EL COMENTARIO ASI COMO SE ME VIENE A LA MENTE ME GUSTA MUCHO LA FORMA QE ESCRIBIS O SEA COMO LOGRAS QUE EL LECTOR SE PONGA EN LA MENTE DEL PERSONAJE VOS NARRAS UNA HISTORIA NO COMO SI FUERAS EL PERSONAJE EN SI SINO QUE ES COMO QE LOGRAS QE EL LECTOR SEA LOS OJOS DEL PERSONAJE ESA MANERA QUE TENES DE DESCRIBIR TU ENTORNO ES MARAVILLOSA Y ATRAPANTE YO TE DIGO SI ESCRIBIS LA NOVELA TIENE QE SER ASI NO KB DUDA es mas lograste atraparme como solo un libro lo hizo (el psicoanalista) y vos sabes lo jodido que soy para leer y qe me guste algo XD XD
weno hasta ahi llega el comentario te lo tiro asi d sorpresa y en el acto xq me gusto pero sabes que no te tenes que acostumbrar a q comente con tal rapidez
segui asi espero el 2 y 3
se te kiere bro abrazo
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