martes, 9 de febrero de 2010

Impulsos, locura y muerte: Asesinos

Asesinos: Cazadores de humanos. Son aquellos que se dejan llevar por sus impulsos animales, logrando actos macabros y bestiales.
Son siniestros, presos de su propia locura, de recuerdos oscuros y víles o el hambre de carne ajena.
Tienen la necesidad de apagar su sed de sangre con armas o estrategias sobre los ligamentos de sus víctimas.
Ladrón de vidas. Disfrutan jugando con ellas hasta arrebatarles el último látido de su sufrido corazón.

Existen CUATRO CATEGORÍAS:


ASESINOS EN SERIE: Cazan dentro de su grupo étnico y matan a sus víctimas según el principio de las series. Como Edward Sorrenson, ese padre de familia anónimo que esculpía adolescentes. Los raptaba, los estrangulaba y después esculpía su carne con una maza. O como Edmund Stern, ese mozo de mudanzas que coleccionaba bebés muertos en cajas de zapatos. En el caso de los asesinos en serie, los antecedentes son siempre los mismos: una madre dominante, una violación incestuosa, golpes y novatadas, odio acumulado día tras día. Y el monstruo, al hacerse mayor, mata a los reflejos de sus frustraciones: rubias, prostitutas, maestras jubiladas, adolescentes o bebés. Asesinos que matan a su propio reflejo: los asesinos en serie, son rompedores de espejos.

ASESINOS EN MASA: Cometen matanzas tan monstruosas como imprevisibles. Una decena de muertes a la vez. Como Herbert Stox, que se había puesto de repente a destripar a chicas morenas embarazadas: doce jóvenes en una sola noche y en el mismo barrio.Obeceden a una pulsión suprema y devastadora: los asesinos en masa son exaltados que oyen la voz de Dios.

ASESINOS RELÁMPAGO: Son psicóticos desorganizados que matan al mayor número de personas posible, en lugares diferentes y en un lapso muy corto. Una jornada de carerra demencial, y al anochecer, una bala en la sien.

ASESINOS ITINERANTES: Criminal perfecto, príncipe de los asesinos. Viajan, son predadores que cambian de territorio de caza. Un crimen en Los Ángeles, otro en Bangkok, el invierno al sol de las Antillas en esos gigantescos hoteles donde se amontonan turistas.
Mata para aplacar su pulsión, un psicópata que sigue un ritual destinado a tranquilizarlo. Profana a sus víctimas, las inmola y las descuartiza.
Es un migrador, un devorador de cadáveres, un gran tiburón blanco que remonta la corriente en
busca de presas. Es un ser frío que selecciona sus blancos y controla sus pulsiones.
Nunca se deja desbordar por ellas, no oye ninguna voz, no obedece a Dios, no tiene cuentas que saldar ni revanchas que tomarse. Era el hijo único o el mayor de una familia feliz. Su papá no lo violaba, su mamá no lo sometía a ese incesto afectuoso que retuerce el cerebro. Nadie le pegaba. Ha nacido así: con brujas inclinadas sobre su cuna.
A diferencia de los demás asesinos, él sabe que está loco. El equilibrio en el desequilibrio.
Puede ser tu vecino, el que te atiende en el banco o ese hombre de negocios que baja de un avión para subir a otro y pasa los domingos jugando al tenis con sus hijos. Esta perfectamente integrado, no tiene antescedentes penales. Tiene un buen trabajo, una bonita casa y un auto deportivo. Viaja para embarullar las pistas y golpear allí donde no se le espera.
Si no encajas en las características que un asesino en serie persigue, puedes perfectamente encontrarte con él sin correr el menor riesgo. Pero con un itinerante, no. Porque el asesino itinerante es un animal que come cuando tiene hambre. Y ese criminal tiene hambre SIEMPRE.


(Fragmento del libro "El Evangelio del Mal", escrito por Patrick Graham, 2007)




Dedicado a uno de mis mejores amigos, aquel que compartió y comparte años conmigo de un interminable lazo que llamamos, gustosamente: AMISTAD.
Querido Lucas, es a tu nombre estas palabras.


Sin Alas

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